Asesinato en una noche de invierno
Asesinato en una noche de invierno
(Camila Oñate, 4°B)
A pesar de que el invierno se alejaba a pasos agigantados, esa noche era lo suficientemente fría como para sentir que el aire congelado te consumía hasta lo más profundo. Había anochecido y no quedaba rastro de que en algún momento había alumbrado el sol. Ese domingo 31 de julio, Esteban Henríquez, jóven oriundo de la comuna de Santiago no había tenido un buen día, o al menos eso se podía deducir de su triste y preocupado rostro cuando caminó rápido e inseguro por última vez en las calles de su comuna.
Cuando el jóven de 26 años se acercaba peligrosamente a una oscura y fría esquina de la ciudad, al costado de un minimarket cercano, se encontró de frente con tres sujetos misteriosos y enmascarados que bajaron violentamente de una camioneta Ford f150 negra con matrícula GW - KG - 64. Al descender el primer sujeto, su oscura sombra sobre el asfalto dejó relucir su gran altura y delgadez, el segundo daba la impresión de que aún no podía beber legalmente, y el último, también enmascarado, otorgaba cierto respeto e innegablemente se podía deducir que se trataba de un individuo con poder dentro de la banda armada. El grupo provisto de armas de fuego vestía completamente de negro, incluyendo pasamontañas. No emitieron más del ruido necesario para comunicarse entre ellos y afirmar que se encontraban frente al “encargo”, luego de recibir un mensaje de texto afirmativo, no dudaron y sin previo aviso alzaron flamantemente sus armas, las cargaron y dispararon repetidamente contra el jóven, opacando los recientes y desesperados intentos de la víctima de huir.
La banda se retiró satisfecha del lugar, con una fría expresión en el rostro, dejando en el ambiente un aroma a muerte opacado con el fuerte ruido producido por los neumáticos de la camioneta al partir. Dentro del vehículo se escuchó al más joven romper el silencio para enviar un mensaje de audio en el que se podía distinguir la palabra “hecho”, mientras que el de mayor rango se sentaba cómodamente en el asiento del copiloto sacando de la guantera una cajetilla de cigarros y ofrecía a sus compañeros.
Minutos más tarde, una alegre y bulliciosa pareja que se dirigía de la mano a un minimarket cercano, se sintieron intrigados por un extraño y oscuro bulto que reposaba unos metros delante. La sangre que se diluía silenciosamente en la lluvia hizo comprender a la pareja la inesperada y terrorífica escena que se había cruzado recientemente en un paseo nocturno, que en principio solía ser rutinario. La sorpresa de aquel hombre acribillado en el suelo los petrificó unos segundos, dudando de si se encontraban frente a un hombre moribundo o frente a un cadáver. Instantes después decidieron llamar con incertidumbre a la ambulancia sin atreverse a acercarse para comprobar señales de vida. Media hora después, convencidos de que se encontraban frente a un cuerpo sin vida, observaron a la ambulancia llegar y estacionarse cerca del lugar. Los ocupantes del vehículo de emergencias descendieron rápidamente y pudieron comprobar que el sujeto sorprendentemente aún respiraba débilmente. Fue llevado rápidamente al Cesfam más cercano, lugar en el que a pesar de los esfuerzos del personal de salud, debido a las graves heridas provocadas por los impactos de bala y por el largo tiempo de espera, se confirmó la inevitable muerte del jóven. Horas después, la madre del fallecido lloraba con gritos angustiantes al enterarse por voz de uno de los médicos sobre el abrupto deceso de su hijo.
A la mañana siguiente, la lluvia nuevamente se hizo presente. Las gotas caían feroces sobre el parabrisas. Carlos Godoy, comisario de la Brigada de homicidios se dirigía al reciente sitio del suceso, momento en el que decidió desayunar rápidamente. Al llegar al lugar, sintió la necesidad de hacer el trabajo por sus propias manos. Solicitó a su equipo que le facilitara las herramientas necesarias. Luego de trabajar incansablemente durante toda la mañana, sin pruebas concretas e insatisfecho se vio obligado a declarar a la prensa allí presente que, “no era clara la razón de los hechos, pero no se descartaba una riña por motivos personales y desconocidos”, aunque el comisario sabía que no se resistiría a investigar por su cuenta…
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