El escritor de la muerte
Valentina Koch
— La bestia —
En todos mis años como policía nunca había tenido la oportunidad de presenciar un caso tan fuerte para mí cómo este.
Hace algunos años, Luis Alfredo Garavito estaba viviendo su adolescencia, hasta que un hecho fácilmente evitable marcó su vida para siempre, conjunto a los abusos recibidos por su padre.
Luis Alfredo nació en 1957 en Génova, Colombia; lugar donde se crió con sus 6 hermanos y Él era el mayor. Su padre., Manuel Antonio, no fue ni apoyo ni ayuda para el desarrollo de su hijo, ya que nunca hubo afecto alguno, si no por el contrario únicamente maltratos y abusos tanto físicos como verbales, incluso llegando al punto de ser torturas.
Entre ellas habían palizas habituales, quemaduras con velas, cortes con navajas, golpes con palos mientras estaba atado a un árbol, entre otras demasiado fuertes para mencionar.
Sin embargo, este no fue el único trauma de Garavito.
Un amigo de la familia abusó de él teniendo apenas 13 años de edad. Gracias a este hecho, la víctima se convirtió en verdugo.
Según hemos visto y analizado, esto fue lo que terminó por desatar esta personalidad agresiva, paranoica, y psicótica.
A los 14 años cometió su primer intento de violación con un menor de 5 años, que fue descubierto a tiempo. Esto fue el inicio de su vida criminal, los cuales emergieron de forma definitiva a sus 35 años.
Intentaba calmar sus comportamientos con grandes cantidades de alcohol, cosa que solo terminaba por empeorar sus actitudes, provocando así estallidos violentos. En 1992 cruzó la línea ya que en ese momento nuestro país estaba en plena guerra civil, había muchos niños huérfanos, a los que Garavito admite haber manipulado a través de solo darles cariño, prometerles dinero, o bien ofrecerles comida; solía buscar menores entre 6 y 16 años.
Una vez captaba la atención del menor, los arrastraba a un lugar apartado dónde comenzaba a torturarlos de formas diversas.
Su método era igual en todas sus víctimas, los ataba de pies y manos, los golpeaba o bien les pisoteaba el estómago, el pecho, la espalda o el rostro, los marcaba, cortaba o mutilaba con objetos cortopunzantes (más que nada cuchillos y destornilladores) para luego violarlos.
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