Un culpable inocente
Un culpable inocente
Autora:
Mailena Jara
En todos mis años de sacerdote, nunca pensé que me llegarían a asignar un sujeto como éste. Era 1960 y las noticias sobre el Chacal de Nahueltoro eran bastante difundidas. El espantoso caso de una mujer y sus 5 hijas asesinadas de manera espeluznante por un individuo de apariencia desconocida, se propagó de manera casi instantánea, tomando como culpable a la identidad del Chacal sin ni siquiera haberlo entrevistado. Cuando hallaron al Chacal, cuya identidad fue rebelada como Jorge del Carmen Valenzuela Torres, el 19 de septiembre, estaba bailando cueca cerca de Bulnes mientras se encontraba en una ramada. Los carabineros esperaron que terminara de bailar para detenerlo.
Poco después de su captura, se descubrió
que vivía con una mujer con quien esperaba un hijo de él y que desapareció en
poco tiempo, quizá por el masivo acoso
que recibió después de que se diera a conocer su relación con el Chacal.
En cuanto tocó la cárcel me asignaron su
persona. No hablé ni 5 minutos con él y me di cuenta que ni siquiera tenia
conciencia de que lo que cometió fue una atrocidad. No tenía conocimiento de
nada; no sabía escribir ni leer; solo conocía los maltratos, las penas y el
dolor. Vivió toda su vida conociendo la ley del más fuerte. Mientras más
hablaba con él, más me daba cuenta de la pobre alma que era.
-
¿Y cómo viviste todos
estos años?
-
Viví como pude no ma´;
anduve de allá pacá con quien me diera pega o me tuviera pena.
Eso me partió el alma, pero era su triste
realidad. Trabajos aquí, trabajos allá; esa era su única forma de conseguir un
alojamiento, momentáneo, pero un techo es un techo, según sus propias palabras.
Aunque, desgarradoramente, la mayoría de estas personas que le ofrecían empleo,
posteriormente lo trataban de forma muy
cruel, enseñándole a golpes cómo trabajar y cómo servirles. Así fue como
aprendió de la vida; esas fueron las enseñanzas que conoció desde chico. Me
contó en una ocasión que una de las personas que lo acogió tenía una perra que
tubo cachorros, y que éste le había ordenado que tomara un par de ellos y los
hundieran en el río, ya que no tenían con qué alimentarlos. Según ese lugareño,
era para que no sufrieran de hambre, por lo tanto, estaban ayudándolos. No me
sorprende que haya crecido con esa mentalidad; no me imagino a mí mismo
viviendo ese tipo de situaciones inhumanas y creer que ese acto de ahogar a
unos cachorros en el río constituye un hecho natural de bondad.
Me di la tarea de educarlo, señalarle sus errores, la forma en la que se constituía el mundo, mostrarle, en fin, la existencia de una realidad humana superior y un universo divino y eterno.
Hablé con unos internos que conocían a
Jorge. Dijeron que era muy simpático y “güeno pal futbol”; pero en las noches
era molesto, se la pasaba pidiendo perdón a Dios, me explicaron.
Lo vi crecer como ser humano, aprendió a
leer, escribir, convertirse en un hombre fácil de querer y muy respetuoso con
todos. Incluso lo reencontré con su madre a la que no veía desde chico.
Aun
después de todo lo que fue logrando, y en el reformado ser humano en el que se
convirtió, la sentencia era irrevocable: pena de muerte para el asesino de una
mujer y 5 niñas. La prensa ahora mostraba al Chacal como ejemplo de que las
penitenciarías podrían reformar a los delincuentes, siendo que, en cuanto salió
a la luz su captura, no hicieron más que denigrarlo. Intenté salvarlo alegando
que ahora era una persona consciente de sus actos; civilizado y pasivo e
incluso hice que él mismo mandara una carta a los que lo sentenciaron. No
obstante, el tribunal seguía convencido que era una amenaza. Recurrí como
última instancia a la solicitud de indulto. El Presidente de Chile, en aquella
época, Don Jorge Alessandri, no se compadeció.
El otrora errabundo y mísero ser humano y ahora un cristiano rehabilitado, se había resignado y esperaba con cierta tranquilidad el término de sus días. Un plato de cazuela, un café y un vaso de vino tinto fue lo último que comió Don Jorge Valenzuela, el Chacal, antes de ser ejecutado. Anteriormente se había despedido de su madre, abrazándola y llorando desconsoladamente y, por petición mía, lo dejaron jugar por última ves en la cancha de futbol; hasta que una madrugada, el fuerte estruendo de los fusiles de un pelotón de gendarmería indicaban el fin de la existencia del Chacal de Nahueltoro, un ser humano que perpetró un atroz crimen antes de conocer los principios del bien y del mal que rigen a una sociedad.
Bibliografía
https://nublepedia.fandom.com/es/wiki/Eloy_Parra_Iribarra
https://wikicharlie.cl/w/El_Chacal_de_Nahueltoro
Filme: “El Chacal
de Nahueltoro” Dirigido por Miguel Littín y que participó en el Festival de
Cannes, Francia, 1969
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